COLABORACIÓN REALIZADA PARA PROYECTO DE FERNANDO J. MARTÍNEZ LAMAS
La importancia de la ubicación del local no se limita a su privilegiada situación dentro del casco histórico de la ciudad de Ourense (A escasos metros de la plaza mayor y con acceso directo desde la Praza do Bispo Cesáreo) sino también a su pertenencia a un complejo edificatorio de singulares características como es el Pazo Oca-Valladares, declarado Bien de Interés Cultural (BIC). Una joya de arquitectura civil renacentista construido entre 1552 y 1583 que hoy día alberga el Liceo de Ourense. El local en cuestión se encuentra en la planta baja de una ampliación que se realizó posteriormente al edificio original, datada en los años setenta (1972-1978) y que se comunica interiormente con el resto del edificio a través de las zonas comunes del mismo.
Si bien no forma parte del conjunto histórico, la intervención busca en todo momento el diálogo respetuoso con el resto del edificio. Se mantiene fielmente el aspecto exterior, sin modificar la composición de fachada y conservando las carpinterías de madera existentes. La elección de materiales continúa la misma premisa, por un lado la madera, omnipresente en el edificio del liceo, asume el papel protagonista también en el espacio interior del restaurante, envolviendo el conjunto de suelo a techo y arropando a los comensales durante la degustación de los productos. En este caso, el material secundario, los paneles de virutas de madera aglomeradas con cemento de alta durabilidad y sostenibilidad, son los encargados de atenuar las ondas sonoras que puedan molestar en las salas superiores, destinadas a espacios de reunión de los socios. La mayor modificación radica en la elevación de la cota de suelo del local, actualmente dos peldaños inferior (34cm) a los dos accesos al mismo, el principal, directamente desde la plaza y el que lo conecta con el resto del edificio. Esto permite mejorar la accesibilidad, dejando todo a la misma cota de la calle.
Las necesidades expresadas por el cliente intentan resolverse de una manera clara y sencilla. Por un lado, en uno de los extremos del local, se posicionan los aseos, escondidos tras la gran cocina vista pero separada de los clientes por vidrio continuo.
Al lado de la puerta principal nos encontramos con una pequeña barra que da la bienvenida y a la vez hace de preámbulo a la sala principal. Es una esquina íntima y acogedora en la que poder tomar algo sin llegar al salón principal.
Por último, y ocupando la mayor superficie del local se encuentra la sala de degustación, donde se esparcen las diferentes mesas en composición variable dependiendo de los comensales a lo largo de un amplio espacio diáfano.
La iluminación general se divide entre las tiras lineales escondidas en las fosas perimetrales de los falsos techos de madera y el “bosque” de bombillas puntuales descolgadas sobre las mesas.
El principal objetivo es el de favorecer la funcionalidad del espacio para los trabajadores así como el de mostrar de forma transparente el proceso de elaboración de los productos.